Falleció el expresidente uruguayo José «Pepe» Mujica a los 89 años. Ícono de la izquierda latinoamericana, su vida marcó un antes y un después en la política global.
El último adiós a Pepe Mujica: el líder que convirtió la política en ética viviente
El 13 de mayo de 2025 no será un día más en la historia de América Latina. A los 89 años, tras una dura batalla contra el cáncer de esófago, falleció José «Pepe» Mujica, el expresidente uruguayo que redefinió lo que significa ejercer el poder con coherencia, humildad y radical humanismo. Su partida deja un vacío político y simbólico imposible de llenar, no solo en Uruguay, sino en el continente entero.
Desde su chacra en las afueras de Montevideo —donde vivió hasta el final con la misma austeridad con la que gobernó— Mujica se convirtió en una leyenda viva. Exguerrillero, preso político, presidente y referente moral global. Un hombre que usó las botas del campo para caminar por la ONU y dijo verdades incómodas sin perder nunca la compostura ni la ternura.
¿Quién fue Pepe Mujica?
Nacido en Montevideo en 1935 en el seno de una familia de clase media baja, Mujica abrazó la militancia de izquierda desde joven. Fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, un grupo guerrillero urbano inspirado en la revolución cubana. Durante la dictadura militar uruguaya, pasó más de 13 años en prisión, muchos de ellos en condiciones infrahumanas.
Con la llegada de la democracia, optó por transformar la lucha armada en lucha institucional. Fue electo diputado, senador, ministro de Ganadería y finalmente presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Pero más allá de los cargos, fue su manera de ejercer el poder lo que lo convirtió en mito.
El presidente más pobre del mundo (y el más rico en principios)
Durante su presidencia, Mujica donó el 90% de su salario, vivió en una chacra modesta y jamás aceptó lujos o escoltas excesivas. Esta actitud le valió el apodo de “el presidente más pobre del mundo”, aunque su coherencia lo convirtió en uno de los más ricos en valores.
Y no era solo estética: su austeridad no era una pose, sino una filosofía de vida que aplicó también a su gobierno. Como él mismo decía: “No soy pobre, soy sobrio. Pobre es el que necesita mucho para vivir.”
Legado de reformas que cambiaron Uruguay
Su paso por la presidencia no fue testimonial. Mujica impulsó una agenda progresista que colocó a Uruguay como vanguardia en derechos humanos:
- Legalización del matrimonio igualitario y del aborto, marcando un hito en la región.
- Regulación estatal de la marihuana, con un enfoque sanitario y no represivo.
- Reducción histórica de la pobreza, que cayó de un 40% a cerca del 12%.
- Plan Juntos, que construyó 15.000 viviendas para sectores vulnerables.
Todo esto en medio de un crecimiento económico sostenido del 75%, mostrando que progreso y justicia social no están reñidos con estabilidad.
Una voz incómoda en los foros globales
Si algo caracterizó a Mujica fue su franqueza brutal. En la ONU, en Río+20 o ante el Parlamento Europeo, criticó sin tapujos el consumismo, la desigualdad y el culto al mercado. Se enfrentó al cinismo del poder global con una mezcla de filosofía de vida, honestidad brutal y sentido común.
Sus discursos se viralizaron en redes, se convirtieron en fragmentos de TikToks, memes filosóficos y hasta en inspiración de tatuajes. Sí, Mujica fue (y sigue siendo) un fenómeno cultural en tiempos donde lo auténtico escasea.
Mujica y Colombia: un padrino silencioso de la paz
En Colombia, el nombre de Mujica está inscrito en las páginas más esperanzadoras del proceso de paz. Desde 2012 apoyó públicamente las negociaciones con las FARC, participó en la firma del acuerdo de Cartagena, y fue parte del mecanismo de verificación de la ONU.
Durante el mandato de Gustavo Petro, respaldó la política de “Paz Total”, prestando su experiencia como exguerrillero convertido en estadista para promover el diálogo con otros grupos armados.
Fue condecorado con la Cruz de Bojacá por su compromiso ético y su respaldo incondicional a una paz que, como él advertía, “requiere paciencia, justicia social y memoria”.
Reacciones globales: un adiós que duele más allá de las fronteras
El impacto de su muerte se sintió en toda América Latina. Presidentes como Gustavo Petro, Nicolás Maduro, Cristina Fernández y Santiago Peña lo despidieron como símbolo de integración regional y coherencia ética. Mauricio Macri, desde la vereda opuesta ideológica, lo llamó “una persona honesta”.
Uruguay decretó tres días de duelo nacional, el velorio se llevó a cabo en el Palacio Legislativo, y figuras del deporte, la música y la cultura —desde clubes de fútbol como Peñarol y Nacional hasta Natalia Oreiro— expresaron su dolor.
Mujica: el legado que queda
Más allá de las leyes y los discursos, Mujica deja una herencia intangible pero poderosa: la certeza de que otra forma de hacer política es posible. Que no se necesita un jet privado para ser escuchado, ni un palacio para cambiar el mundo.
Vivió como pensaba, habló como sentía, y murió como vivió: sin estridencias, con dignidad y dejando huella.