En el ajetreo diario, muchos de nuestros hábitos alimenticios pasan desapercibidos, y uno de los más subestimados es el tipo de aceite que usamos al cocinar. Pero lo que parece un simple ingrediente puede tener un impacto profundo en nuestra salud cardiovascular, el estado de ánimo e incluso en la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Cocinar con el aceite adecuado no se trata de seguir modas, sino de tomar decisiones que nutren el cuerpo y, por qué no, también el alma.
Aceite de oliva virgen extra: el oro líquido de la cocina saludable
No es moda. Es evidencia.
El aceite de oliva virgen extra (AOVE) ha sido coronado por múltiples estudios científicos como la opción más saludable para cocinar y aliñar. ¿La razón? Su composición rica en grasas monoinsaturadas, antioxidantes y vitamina E lo convierten en un escudo natural contra enfermedades cardiovasculares.
Pero además de proteger el corazón, el AOVE es resistente al calor gracias a su estabilidad oxidativa, lo que le permite soportar temperaturas de hasta 210 °C sin perder sus propiedades ni generar compuestos nocivos. Ideal para salteados, guisos y preparaciones en crudo, este aceite es una declaración de amor al bienestar.
¿Y si necesito cocinar a temperaturas más altas?
Aquí es donde entran otras opciones saludables y científicamente respaldadas:
Aceite de aguacate
- Punto de humo: hasta 270 °C
- Beneficios: Rico en grasas monoinsaturadas y antioxidantes.
- Ideal para: Frituras profundas y asados.
- Contra: Su precio puede ser un poco elevado.
Aceite de colza (canola)
- Punto de humo: 200–230 °C
- Perfil graso: Bajo en grasas saturadas, alto en omega-3.
- Ideal para: Todo tipo de cocción, desde salteados hasta horneados.
Girasol alto oleico
- Punto de humo: 220–230 °C
- Ventaja clave: Alta proporción de ácido oleico, lo que mejora su estabilidad térmica.
- Ideal para: Repostería, frituras ocasionales y preparaciones neutras.
Aceite de coco virgen
- Punto de humo: 177–230 °C
- Aspecto diferencial: Aroma y sabor únicos.
- Precaución: Alto en grasas saturadas, por lo que se recomienda un uso moderado.
Los que deberías evitar (o limitar)
Aunque parezcan inofensivos, algunos aceites son poco estables al calor o promueven desequilibrios en el cuerpo si se consumen en exceso:
- Aceite de girasol refinado y de maíz: ricos en omega-6, que en exceso pueden fomentar inflamación.
- Aceite de linaza: saludable en crudo, pero altamente inestable con el calor.
El aceite de girasol: ¿amigo o enemigo?
No es blanco o negro. El aceite de girasol, especialmente en su versión alto oleico, es una opción viable. Aporta vitamina E, tiene un sabor neutro muy versátil y ofrece un equilibrio interesante para la salud cardiovascular. Sin embargo, su resistencia al calor es inferior a la del AOVE, y su contenido de polifenoles también es más bajo. Así que sí, puede estar en tu cocina… pero no en el centro del escenario.
Más que sabor: por qué un buen aceite puede cambiar tu salud
Un aceite de calidad no solo aporta sabor, sino que actúa como protector de nutrientes, facilita la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y conserva los beneficios antioxidantes de los alimentos al cocinar. También protege contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, gracias a sus compuestos antiinflamatorios.
Cocinar bien es cuidarte bien. Y si vas a elegir un aliado, que sea uno que aporte tanto a tu plato como a tu salud.
Conclusión: Cocina con intención, elige con conciencia
La cocina saludable no empieza en el supermercado, sino en la información. El aceite de oliva virgen extra se mantiene como la mejor elección por sus múltiples beneficios nutricionales, su resistencia al calor y su versatilidad. Si buscas alternativas para cocciones intensas, el aceite de aguacate y el de girasol alto oleico son tus mejores aliados.